Diario de un sueño

Me gusta tumbarme en la ducha. No me refiero a darme un baño, me refiero a tumbarme en la ducha. Nada de eso de remojarse en tu propia suciedad durante horas. Me refiero a tumbarse boca arriba en el suelo de la bañera y dejar que el agua caliente purifique tu cuerpo una y otra vez.
¿Sabes como la mayoría de la gente siempre está presumiendo de cómo tienen sus mejores ideas en la ducha? Pues esto es lo mismo, solo que mejor. Puedes cerrar los ojos y dejar que tu cuerpo se hunda con cada gota de agua caliente que golpea contra tu pecho.
No es como sentarse en la bañera esperando a que el agua se enfrie y te arranque de golpe algun pensamiento profundo. No es nada de eso.
Me gusta cerrar los ojos. Es como estar en la lluvia en verano, sólo que desnudo y sin nadie a tu alrededor.
Ayer estuve tumbado, estirando mis largas piernas hacia la manguera. Podía ver el agua corriendo por mis piernas, acumulandose en los hoyuelos de los musculos de mi pecho, donde las gotas de agua doblaban con su peso los pelos que me cubrian. Segui el rastro de gotas sobre mi piel, hasta llegar a mis pies. Solo me miraba, detenidamente, los pelos de mis piernas. Sencillamente, preguntandome como seria ser una mujer. Lo que es más, como seria yo, si yo perteneciera al sexo mas elegante de los dos. Acariciaba mis piernas con las manos. Incluso cuando estaban mojados eran ásperos y duros. Cerré los ojos y me borré los pelos de las piernas, desinflé los músculos hinchados de la pantorrilla y suavicé la piel tensa hasta parecerse a una pieza de porcelana húmeda y resbaladiza, terminando en dedos finos en los pies acabados en uñas de color rojo.
Pero al igual que la mayoría de las ideas, mi encarnación de mujer se desvaneció tan pronto como tiré la botella de champoo. Una vez más, he perdido mi hilo de pensamiento. Sin embargo, de vez en cuando, me pregunto quien habria podido ser. Pero, sólo detrás de la cortina de la ducha.