NEVER AS YOUNG AS TONIGHT


As Rant Casey once said, the future you have today is not the same you'll have tomorrow. So, for whatever tomorrow inspires me to write, I'll live today.

Here's
just an outlet of somesort where my keyboard can open up the world I see, for those who care to adventure in it.

An ongoing bilingual portfolio of somesort, seeking for guidance suggestions as well as publishing and publicity.


6/1/09

Nochebuena


“¿Y el árbol?” Sonó el timbre, y a los tres se nos paró el corazón. Son amigos desde hace décadas pero, “la vida es dura para los incapacitados organizacionales”- dijo mi padre, mientras camina apingüinadmente, debido a su peso, hacia la puerta.
Me lloraban los ojos. Estaba cegado por el polvo que me caia de la estantería que sostengo sobre mi cabeza. Llevaba horas, intento tras intento, tratando de atornillarlo al gotéele del salón, sin éxito.
Entró mi tío tropezando con la montaña de basura que habíamos dejado a la entrada. Eran los escombros de una mañana dedicada exclusivamente a preparar la casa para acoger a nuestros invitados. Gritó, onomatopeyicamente, de alegría mientras chocaron dos botellas. Al instante dos elefantes colisionaron sus barrigas cerveceras a modo de saludo. Mi tío se acercó con su entonación y jovialidad caribeña a darme una palmada en la espalda. “¿Que ocurre mi comandante?¿ por que lloras? Espera.” De nuevo suenan las botellas, esta vez sobre la mesa. Un dedo apartó ásperamente la lagrima y el polvo para dejarme ver como por la puerta entraba Juan, un viejo amigo de mi padre.
Le agradecí el gesto a mi tío, mientras prosiguió, entonando una canción, a descorchar, las dos botellas de vino, que habia traído con él y a servir copas de vino sobre una mesa sin poner. Juan , acallaba un grito, en un intento de esconder su felino-fobia, evitando tropezarse con el gato y dirige sus habituales agradecimientos a los anfitriones, a modo de susurro fantasmal.
Mi padre comenzó a reírse mientras me sujetaba la estantería. Humo, salía de la cocina. Era normal y mi madre gritaba para si misma, histérica. “No me habría casado con ella si no cocinara bien”- dice mi padre con una sonrisa. Sonreí, cómplice de saber la verdad: había quemado el pavo.
Ya se habían acomodado nuestros invitados y a mi se me había ocurrido un apaño para la estantería. Mi madre había logrado combustionar brócoli y otras series de verduras en la cocina; mientras mi tío nos recitaba la receta de su plato favorito y acudía a la cocina en su ayuda. Mi padre hacia de punto de apoyo para la estantería, a la vez que me gritaba indicaciones sobre que broca coger. Juan permanecía sentado en un rincón bebiendo silenciosamente su tercera copa de vino y redistribuyendo los platos que había sobre la mesa, mientras el gato le observaba desde su regazo, manteniendo fija su mirada petrificante sobre cada uno de sus movimientos.

Estamos sentados todos, entorno a la mesa excepto mi madre que peleaba con el pavo en la cocina. Juan permanecía callado jugando con el cuchillo y yo servia un poco de todo en cada plato mientras decidia si enfadarme o reírme a consecuencia de la conversación de padre y mi tío. Era Noche buena, el pavo estaba de camino, aun no habían probado bocado, ¡y ya estaban debatiendo sobre que íbamos a comer para Año Nuevo!
Me senté a la par que el pavo y mi madre, sonriendo por la ocasión. Miré a mi madre quien me devolvió la sonrisa. Hacia diez años que no pasábamos las Navidades juntos. Mi padre se levanto bendijo la mesa y comenzó a servir los restos de carboncillo que quedaban del ave.

Todo era perfecto pero echaba en falta algo. Llevaba todo el día deseando comprar un árbol de Navidad pero mis padres se negaban. La preocupación por la estética de la casa les había estresado un poco. Y el estrés por lo visto provoca estragos en el Espíritu Navideño. Deseaba volver a ver esa vegetación que cubría la frondosa llanura de regalos que yacía debajo…

Los tres Caribeños tertuliaban, mi madre llamaba por Skype a la larga lista de familiares Australianos y yo yacía tumbado. plenamente satisfecho acariciando el gato que ronroneaba sobre mi pecho. Mi padre se giró a mirarme. Sonreía ampliamente y le brillaban los ojos. “Mira que cómico. ¿Sabes que Danny de pequeño tenia un gato…? Se pasaba horas y horas con el, torturándolo”- Así inició mi padre un extenso recopilatorio de pequeñas anécdotas sobre mi infancia, que duraría hasta bien entrada la noche. Sonreí. El sopor de la satisfacción, tras el banquete familiar y el calor de la noche entraba en mi por los ronroneos felinos. Sumiéndome cada vez mas en un sueño profundo, donde si había árbol.

Había despertado nostálgico y mis padres ya roncaban. Apagué las luces y encendí unas velas en el altar de San Judas, de mi padre.”Patrón de las causas imposibles”-dije para mi mismo. Al ver la vela recordé la ultima Navidad que pasamos los tres juntos. Los plomos se nos habían fundido y dejamos la casa iluminada por pequeños candelabros que iluminaban el árbol que abarcaba la altura de la puerta, inundando la casa de aquel olor característico. Sonreí. Una hora, tres cartulinas verdes, y buena cantidad de celo mas tarde, yacía en el centro de la mesa, un árbol tridimensional de 40 centímetros de altura. Dispuse mis regalos bajo ella, junto con un vaso de leche y galletas; y suspiré satisfecho conmigo mismo. Podría dormir tranquilo, sabiendo que al día siguiente, mis padres recordarían lo que es la Navidad en familia.
Mi padre, volvería a sentirse normal tras diez años de cárcel

Thank you, come again!