NEVER AS YOUNG AS TONIGHT
As Rant Casey once said, the future you have today is not the same you'll have tomorrow. So, for whatever tomorrow inspires me to write, I'll live today.
Here's just an outlet of somesort where my keyboard can open up the world I see, for those who care to adventure in it.
An ongoing bilingual portfolio of somesort, seeking for guidance suggestions as well as publishing and publicity.
19/4/10
Rumbo a ninguna parte
Debora colgo el recibidor del telefono sobre la mesa, al lado de un billete de avion. Un billete de vuelta. Se apoyo sobre el marco de la ventana observando las calles de Nueva York. Se encendio un cigarro y lo sostuvo delicadamente entre el carmin de sus labios. Seria el ultimo pitillo que fumase en esa ciudad.
Una vez oi, que la vida era como un tunel oscuro. Que aunque no sepas donde estes, si te sigues moviendo, tarde o temprano llegarias a un lugar mejor.
Debora se salio por las enormes puertas de cristal y se sento sobre los peldaños de piedra, dandole la espalda a la entrada. Tenia las manos entumecidas, le tiritaban los dedos y el aire frio le helaban los mofletes. Delante de las escaleras de granito se extendia una llanura, llena de arboles desperdigados hasta el horizonte. Arboles sin hojas. Ramas muertas colgadas, abrasadas por el aire. Un campo de cerillas quemadas clavadas en el suelo. Entre donde estaba sentada y la hierba carcomida por la tierra levantada, solo hay una calle.
Una misera calle con gente yendo de un lado para otro, en un sentido para otro. Algunos corren histericos, otros andan apaciguadamente, otros van dando vueltas sobre si mismas y otros lloran descontrolados gateando sobre el suelo, arrastrando su alma con una cadena. Desde lo alto, solo estaba ella, contemplando sus caras, meros borrones. Veia sus caras como si estuviera sentada en la ultima fila de las gradas de un estadio. Los jugadores se mueven demasiado rapido y su miopia no le ayuda.
Respiró hondo y miró hacia la derecha. A unos doscientos metros, la calzada de ladrillos rojos acababa en una nube gris enorme que cubria el ancho del horizonte y lo alto del cielo. Hacia la izquierda la calzada acababa igual. Miles de personas desapareciendo en la humareda, en la neblina que cubria sus ojos. Se adentraban en la bruma y seguian su camino, ciegos, como patitos sin madre; humanos, sin guia.
En lo alto de las escaleras, se hurgas en el bolsillo y saca el movil. 'Quizas alguien sepa donde ir'. Marco varias combinaciones de numeros. Nada. Giró la cabeza hacia las puertas de cristal. Pegado con celo en una de las puertas habia un cartel: Sin cobertura de red. Se lo vuelve a guardar y siente algo mullido y abultado. Su cartera. 'Quizas tenga suficiente para salir de aqui'.
Debora gritó a boca abierta a las personas que pasaban por la calle principal. Ninguno miraba hacia las escaleras. Ninguno se paraba. Nadie la escuchaba. Por la calle paseaba un hombre con un traje rojo chillon. Sombrero rojo, pantalon, rojo, chaqueta roja, corbata roja. Andaba lentamente con un baston negro. Apoyando primero el baston, antes de mover las piernas. Debora, bajó corriendo las escaleras hasta la calle y tratando de agarrar al hombre de rojo, evitando chocarse contra cuerpos sin conciencia que corrian por ahi. Le agarro del hombro y le agito violentamente. Volvio a gritar, justo detras del hombre.'Disculpa. Disculpa!' El rostro emborronado no se giró. No le miraba. No se paraba. Nadie la escuchaba. Nadie la ayudaba. Nadie podia. Debora regreso a las escaleras tratando de evitar a personas que corrian agitando todas sus extremidades camino de un lado u otro y se sento.
Alli estaba ella, acurrucada en las escaleras de piedra, cartera en mano. El estar en manga corta dejaba que las rafagas de viento le abrasasen la piel. Un latigo de aire le golpeo los dedos haciendo que flexionara los tendones. La cartera cayo y se abrio. Sobre el peldaño de abajo quedaron esparcidos pequeños retratos. Como recuerdos escupidos sobre el suelo. Lagrimas llovidas sobre la piedra, marcando con un tono mas oscuro el gris del granito. Debora se agacho y extendio el brazo para recoger solo recuerdos. Alargo la mano para volver a guardar las pobres decisiones, las malas palabras, las elecciones erroneas que le llevaron a esas escaleras. Alli estaba repasando fotograma a fotograma las pequeñas esquinas sobre las que habia doblado para toparse con ese limbo personal que le torturaba. Agazapada en las escaleras, sostuvo en sus manos una vasta coleccion de recortes, imagenes, frases, momentos, instantes y detalles mientras sus lagrimas se unian brevemente con la coleccion entre sus dedos.
Volvio a guardarlo todo en la cartera. Abrio uno de los pliegues de piel de la cartera. Y sonrio. Una foto. Un beso. Un beso, plasmado en una foto. Un beso que duraria lo que durase el papel de la imagen. Ella y un chico rubio en Florencia. El mismo chico que estaba al otro lado del telefono aquella tarde en Nueva York. Aquella llamada que quiso continuar en persona. Cada noche, antes de dormir, cada mañana en clase. En cartas cada mes, en besos cada dia y sueños cada noche; en amor entre las sabanas de su cama. La llamada solo duro unos cuantos meses mas, y aunque ahora no supiera que rumbo tomar. La sonrisa y los recuerdos no habrian sido los mismos, si hubiera colgado el telefono. Su sonrisa no seria la misma si no ahora mismo no se encontrase en aquellos peldaños, recordando los vaivenes del amor. Sintiendo la pura esencia de la vida.
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