
Inclino la cabeza y escondo mis ojos tras el flequillo. Las mejillas me arden y se embrillecen hasta tornarse del color de mi lengua. Mi lengua, no se quiere mover, pero aun asi se encuentra atrapada entre los dientes que reposan unas sobre otras como papeles de lija apretadas entorno a los tendones tensos de mi mandibula. Me hierve la sangre, como un caldero de lava y lo unico que oigo es el claque de la lluvia sobre el marco de la ventana. El cielo llueve, y mis ojos tambien.
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